Stuart Drummond

¿QUIÉN COLGÓ AL MONO?

Who hung the monkey

¿Qué llevó en 2002 a Stuart Drummond, aspirante a la alcaldía del municipio inglés de Hartlepool, a disfrazarse de mono y prometer plátanos gratis para todos los niños en edad escolar si salía elegido? ¿Qué llevó a los electores a votarle y a reelegirle años después (a pesar de que no fuera capaz de cumplir su promesa)? En fin, es difícil precisarlo. Pero el traje que lució Drummond durante aquella campaña electoral tiene su historia. En realidad no estamos hablando de un mono cualquiera. Se trata de H’Angus, la mascota del Hartlepool United. Que el equipo de fútbol de la ciudad tenga un simio por animador y que responda a un nombre tan característico, es consecuencia de algo que pasó, siempre según la leyenda, hace más de doscientos años. Durante las Guerras Napoleónicas.

Por aquel entonces una embarcación con bandera gala naufragó en la costa de Hartlepool sin que, en principio, quedara nadie vivo. Cuando los pescadores se acercaron hasta los restos del navío encontraron a un mono vestido con la indumentaria de infantería de marina francesa que todavía seguía con vida. La historia cuenta que como aquellos ingleses más bien llanos nunca habían visto a un francés ni mucho menos a un mono y la propaganda británica se había esforzado en retratar al enemigo con una monstruosidad extrema y hasta con garras, los vecinos se hicieron un lío y tomaron al cuadrumano por un espía. Le sometieron a un juicio, pero como el pobre animal no decía nada coherente y de todas formas allí no había nadie que entendiese la lengua de Racine, acordaron que lo mejor era clavar el mástil de un pesquero en la playa y colgarlo allí mismo.

A pesar de se ha intentado justificar el episodio con la teoría de que el pueblo inglés lo único que hizo fue evitar la epidemia que podía haber originado un primate infectado con alguna enfermedad mortal en un período en el que ya se experimentaba con primarias armas bacteriológicas, el incidente del mono de Hartlepool podría esconder una realidad mucho más horrenda. En aquella época había otro tipo de «monos» bastante más comunes en los buques de guerra. Los powder monkeys solían ser muchachos de entre 12 y 14 años que se movían por la cubierta y suministraban a los artilleros la pólvora que cargaban desde la bodega. Los elegían así de jóvenes por su rapidez y su tamaño, condiciones indispensables para la tarea que desempeñaban. Es razonable pensar que en origen el ahorcado pudo ser uno de estos powder boys y que el enredo fuera descafeinándose con el paso del tiempo hasta convertir en víctima a un mico uniformado para entretener a la tripulación. En lo que respecta a los habitantes de Hartlepool, siempre es mejor quedar como un hatajo de patanes que como un montón de infanticidas. El ajusticiamiento del chico tendría unas causas menos ridículas que el del antropoide pero más comprensibles. Las leyes marítimas dictaminaban que si alguien recuperaba los restos de un barco accidentado, tenía derecho a recibir en compensación una cantidad proporcional al valor de lo recuperado. El problema es que para que eso se aplicase, no debía haber supervivientes.

La versión del powder monkey es fenomenal si te van las truculencias, aunque en realidad parece poco probable. Los registros (nada fiables, eso también es cierto, estamos hablando de una leyenda) describen a la embarcación como un chasse-marée, modelo de velero más bien discreto empleado para la pesca. Para la pesca tradicional. Pesca normal. Pesca sin cañones. ¿Podría tratarse de un grumete corriente entonces? Podría, sí. Pero —siento ser aguafiestas— es que ni siquiera la versión del mono tiene visos de ser real.

Powder monkey

La folklorista del Instituto Elphinstone de la Universidad de Aberdeen, Fiona-Jane Brown, ha encontrado referencias del suceso que datan de 1772. Solo que estas evidencias lo sitúan en Boddam, a 310 millas al norte de Hartlepool. Lo mismo se cuenta en otros lugares de Escocia como Greenock y también en el Cornualles inglés. Por algunos de estos puntos anduvo de gira el cómico de Tyneside Edward Corvan a mediados del siglo XIX amenizando al público con sus canciones. Una de ellas, The monkey song, dice esto:
«In former times, mid war an’ strife,
The French invasion threatened life,
An’ all was armed to the knife,
The Fishermen hung the Monkey O!
The Fishermen wi’ courage high,
Seized on the Monkey for a spy,
«Hang him» says yen, says another,»He’ll die!»
They did, and they hung the Monkey O!.
They tortor’d the Monkey till loud he did squeak
Says yen, «That’s French,» says another «it’s Greek»
For the Fishermen had got drunky, O!
«He’s all ower hair!» sum chap did cry,
E’en up te summic cute an’ sly
Wiv a cod’s head then they closed an eye,
Afore they hung the Monkey O!»
Únicamente a partir del paso de Ned Corvan por Hartlepool el mito comenzó a situarse allí y a popularizarse.

Por otra parte, en ese mismo momento se produjo la fundación de West Hartlepool, un cinturón de muelles conectado al resto de la población por una serie de vías férreas. La rivalidad entre los jóvenes estibadores de West Hartlepool y los pescadores tradicionales de otras zonas de Hartlepool no tardó en aparecer. Existen indicios de que los west dockers pudieron servirse de la canción de Corvan, que actuó en el Dock Hotel Music Hall, dentro del pueblo viejo, para reírse de los pescadores, a los que consideraban atrasados y estúpidos.

De cualquiera de las maneras, el incidente disfruta hoy en día de plena vigencia. Cuando el Hartlepool United se enfrenta a sus rivales locales del Darlington, su afición increpa a la del United coreando «who hung the monkey?». A ellos les da exactamente igual. Se hacen llamar monkey hangers, tienen un simio por mascota que fue el primer y único munícipe por antonomasia mientras duró el sistema de alcaldías y de vez en cuando el portero cuelga un mico de peluche de su portería. En contra de lo que pudiera pensarse, la gran mayoría de los vecinos de Hartlepool se sienten enormemente orgullosos de la historia. Puede que fuera un mono. Pero era un mono francés.

Un momento. Tal vez hayamos pasado algo por alto. Tal vez no estemos ante una fábula. Tal vez aquello ocurriera en realidad. En verano de 2005 apareció en la costa hartlepudliana un hueso. Aparentemente no humano. Dentro anticlímax: era de un ciervo de hace 6000 años. El equipo arqueológico que certificó la auténtica naturaleza de la pieza sostiene que el «hallazgo no deja de ser extraordinario». Ya, bueno.

Budoson.